María de Mater O'Neill: nuevas interpretaciones de su obra

Dr. Mercedes Trelles,
La Revista, El Nuevo Día,
San Juan, Puerto Rico,
domingo, 25 de marzo de 2007

Recientemente abrió al público la muestra «Artista Interrumpida: selección de obras de María de Mater O'Neill, Del Post al Después, 1983-2006» en el Museo de Arte de Puerto Rico. Se trata de lo que en inglés se llama un 'mid-career retrospective', es decir, una evaluación de la carrera de un artista en pleno desarrollo. Y este es ciertamente el caso de Mari Máter, quien irrumpió en la escena artística en la década del ochenta como pintora y grabadora, afanándose con los temas de la identidad personal, sexual y nacional, para poco a poco darle paso a una investigación persistente de la pintura y su tensión constante entre superficie e ilusión.

Una carrera tan corta y tan variada plantea retos para un curador. Después de todo, en los veintitrés años de creación que abarca la muestra, María de Mater ha creado dibujo teatral y diseño escenográfico, ha trabajado con la idea del mapa y el paisaje, ha creado una serie entera de autorretratos, ha incorporado el lenguaje de los cómics y también ha hecho obras en las que se explora la vista como un fenómeno encarnado. Dentro de esta profusión de estilos y preocupaciones hay, además, dos circunstancias que deben tomarse en cuenta. La primera es que, por voluntad propia, la artista dejó de pintar por espacio de dos años, entre 1996 y el 1998 -interrupción a la que alude el título de la muestra. La segunda es que la obra que produce hoy en día, que es completamente no figurativa y arquitectónica (se inserta dentro de los intersticios de las habitaciones, en la unión entre paredes o en las esquinas que unen paredes y techos), nos impele a preguntarnos qué relación guarda con su trayectoria pasada.

La estrategia que se escoge para presentar esta muestra y contestar esta pregunta es seleccionar las obras más conocidas de la artista y organizarlas en un esquema espacial que lleva inexorablemente a la obra actual. La curadora, la Dra. Elaine King, hace tan sólo unas pocas concesiones al gusto de los espectadores por descubrir cosas nunca antes vistas en una retrospectiva: la inclusión de los dibujos de escenografías que corresponden a su etapa formativa y las obras producidas justo antes de la interrupción de su carrera que han sido relativamente poco vistas. El resto de las obras se organiza en una estructura interesantísima, que constituye uno de los grandes aciertos de la muestra. La estructura plantea la posibilidad de leer la exhibición de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, pues ambos acercamientos desembocan en un hermoso pasillo de pilares que no sólo actúa como metáfora arquitectónica de la interrupción de su labor creativa, sino que también nos lleva directamente a la obra más reciente de toda la muestra, «Enable Blue». Esta es un ambiente creado en un cuarto oscuro y cerrado en el que se colocan unas piezas en los intersticios entre paredes y techo. Iluminadas desde abajo, cada una de las construcciones-pinturas aparentan, más que representan, cubos que alternativamente se leen en profundidad y en proyección hacia el espectador. Esta obra final, pues en realidad toda la exhibición desemboca en ella, es intrigante por su ubicación, por su factura compuesta de materiales que guardan una relación sugerente con la historia de la pintura como el pan o lámina de oro (que se usó durante siglos en retablos) y por su parentesco tanto con el Op art, como con el Cuadrado negro de Malévich, colocado precisamente en los instersticios entre pared y techo, obra que significaba para el pintor tanto la reducción de la pintura a sus límites como su apertura al campo de lo espiritual.

¿Qué tienen que ver, pues, la sombría, mínima y enigmática «Enable Blue» con las pinturas ricas en empaste y saturadas de color de María de Mater? ¿Cómo casamos su compromiso con la figuración y los temas de identidad -sexual, nacional, personal- con la secuencia abstracta que conforman «Colors (to Donna Summer)» y «Pink (To Monroe)»? Estas son las preguntas que plantea la exhibición y que su curadora se afana en contestar a través de la organización de las obras. Así, por ejemplo, las obras que se cuelgan en las paredes laterales de la sala de exhibición todas colaboran con la tesis de que existe desde el principio, en la obra de María de Mater O'Neill, un interés en los aspectos puramente formales de la pintura. De un lado, piezas como «Balcón de Maricao» de 1991, una pintura impresionante compuesta de varios lienzos de diversas alturas que en su conjunto miden cerca de 28 pies de ancho, establecen el interés de la artista en la vista encarnada. Por su extensión y detalles, la obra, que representa un paisaje y el andamiaje arquitectónico que permite su contemplación, es imposible de abarcar en una sola mirada, forzándonos a caminar y a descubrir que el vaivén de altura de los distintos lienzos replica el vaivén de la mirada de un cuerpo en movimiento. De otro lado, y pertenecientes más o menos al mismo período, las pinturas de mapas -y sobre todo de paisajes- como «Suite del Caribe» establecen el interés de la artista en cuestionar el ilusionismo pictórico. Haciendo abierta referencia a los paisajes acuáticos de Monet, en estas obras Mari Mater nos plantea superficies azules, salpicadas de brochazos multicolores que sugieren tanto un paisaje marítimo como una superficie plana y el aprecio del material puramente pictórico. Estas pinturas, así como las producidas temprano en el 2000, en los que se establecen temas urbanos y arquitectónicos tratados con una profundidad que poco a poco se desintegra en segmentos de la pintura que se vuelven fugas de color y gesto, llevan al espectador hacia la obra más reciente, como «Pink (to Monroe)» y «Colors (To Donna Summer)» sin que se experimente una disyunción marcada.

Sin embargo, hay áreas de la retrospectiva que se amoldan con más dificultad a la tesis de la muestra y que revelan sus limitaciones. Se trata de los dos salones que se encuentran a ambos lados de ese pasadizo de pilares que simboliza la interrupción en su obra. En estos espacios quedan consignados de un lado los autorretratos de Mari Mater, en los que se exploran temas como la tradición del arte puertorriqueño, la sexualidad de la artista e incluso el rol de la artista mujer a través de una compleja canalización del autorretrato de Frida. Del otro lado, nos encontramos con las obras que conformaron la exhibición «Fin de Juego», en las que la artista adoptó el lenguaje del cómic para lanzar un grito de guerra en contra de la crítica (en los dibujos a lápiz, que son geniales), el 'establishment' del arte puertorriqueño (en «Ella, la más artista de todos», donde aparecen en las dos esquinas inferiores del cuadro el Museo de Arte de Puerto Rico y el Museo de Arte de Ponce) y la heterosexualidad normativa (en obras como la litografía «Clasifícame ésta» donde se plantea abiertamente el homosexualismo femenino).

Al pensar en estas dos salas y su relativa marginación dentro del conjunto, queda evidenciado cuán profundo es el cambio de enfoque que esta muestra plantea frente a la obra de la artista. Después de todo, el discurso en torno a su obra hasta el momento ha enfatizado su cuestionamiento de la identidad nacional y la importancia de la identidad personal y sexual. Esta muestra, que culmina con «Enable Blue», se acerca a sus obras de forma muy distinta, viendo en la obra figurativa la semilla de una preocupación eminentemente formal: la pugna entre superficie literal e ilusión, la preocupación por comprender la vista como un fenómeno encarnado, la preocupación espacial que hoy en día la ocupa.

María de Mater O'Neill es una artista compleja y una buena retrospectiva a estas alturas de su carrera tiene que reflejar tensiones, cambios súbitos de dirección, incluso dejar cabos sueltos. La tesis que plantea la curadora de la muestra obliga al espectador a acercarse a toda la producción de O'Neill de manera diferente del acercamiento usual hasta la fecha, lo obliga a mirarla con otros ojos. Eso, desde luego, es algo muy positivo. Hay otros aspectos de la muestra, sin embargo, que no son tan positivos, como es el privilegio avasallador de la pintura y la supresión de las referencias contextuales e identitarias que claramente formaron parte de la producción de la obra y no son sólo efectos críticos a posteriori.

La exhibición «Artista Interrumpida: selección de obras de María de Mater O'Neill, Del Post al Después, 1983-2006» estará a la vista hasta el 22 de abril en el Museo de Arte de Puerto Rico. Ciertamente se trata de una visita obligada para los amantes de la pintura y dará, como la artista misma ha hecho a lo largo de estos años, mucho de qué hablar.

 

 

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